Hoy quiero compartir una escena de un libro romántico.
No voy a decirte cuál es, simplemente quiero que me cuentes que te parece esta escena, y me dejes tu comentario. Si gusta, pronto tendrán los primeros capítulos.
–Hola–dijo
a mis espaldas– ¿Te sientes mejor?
No quería mirarlo, pero le sonreí brevemente.
–Si, gracias–contesté y sin querer emití un profundo suspiro.
Él me observaba
–¿Conseguiste la aspirina?–preguntó con un leve tono burlón.No quería mirarlo, pero le sonreí brevemente.
–Si, gracias–contesté y sin querer emití un profundo suspiro.
Él me observaba
–No.
Me quedé en silencio observando el cielo estrellado.
Se acercó y se puso a mi lado. Trataba de evitar su mirada. Estábamos apoyados en la barandilla de la terraza, a lo lejos se veían los edificios del centro de la ciudad iluminados y las luces de los coches llenando la noche.
–¿Puedo pedirte un favor?–preguntó mirando hacia adelante.
Lo miré.
Sacó una pequeña cajita del bolsillo de su chaqueta.
La reconocí. Era el anillo de compromiso que él me había dado.
–Hace unos días llegó esto a mi casa, lo traía un mensajero–Sonrió con amargura–Lo llevo conmigo desde entonces…
Traté de alejar las lágrimas.
–Esto es algo muy especial que compré una vez para alguien muy especial.
Me miró un momento.
–Deberías conocerla, es la mujer más fascinante del mundo- Yo no podía hablar, ni siquiera mirarlo.
–Pero ella dice que no me merece, y que por eso me devuelve mi regalo –Suspiró–Tal vez tú puedas convencerla para que lo conserve.
Hacía girar la delicada cajita entre sus dedos.
–Explícale que en este regalo iba mi corazón, y que aún está ahí.
¡Justo lo que necesitaba escuchar!, las lágrimas empezaron a caer lentamente.
–Dile que es muy frágil…mi corazón. Y que necesito que ella lo cuide, es la única que puede hacerlo. Así que pídele que por favor… lo guarde, tal vez algún día me diga que ahora sí lo quiere.
Las lágrimas empañaban las luces.
–Tal vez algún día…– se interrumpió.
Me tomó la mano y puso la cajita en la palma con una caricia.
–Gracias, era solo eso–Me miró unos instantes. Abrí la caja y observé el anillo tan fino y brillante.
Lo miré con una súplica de perdón en los ojos. Secó mis lágrimas con sus dedos y sonrió.
–¡Mírate!–dijo–¿Entiendes ahora por qué te amo?
Dudó un instante y rozó mis labios con los suyos, tibios y suaves.
Se dio la vuelta y desapareció entre la gente.
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